A veces pienso que lo humano es como el comunismo: género novela. He visto animales comportarse como humanos y humanos como animales, la animalidad también pertenece al razonamiento humano, así como los animales portan dignidad animal.
Hace unos días, unos de esos en que voy hasta el lago a entrenar al autismo para la vida, a ejercitar su conducta social y su contacto visual con el entorno, nos encontramos con un señor que, descansando de su adultez, estaba teniendo un encuentro con su niño interior, maniobraba una lancha a control remoto que hasta llamó la atención de la aislada-aparente-ausencia de mi hijo autista. Los que allí pescaban, también se sintieron felizmente pequeños bajo los Cumulus Mediocris cloud que endulzaban de tranquilidad el azul del cielo. Los bordes del lago trazaban una distancia de paz perfecta para ver lo que estaba por acontecer, eran las seis con unos minutos seguidos de unos segundos…
El sol está cayendo sobre/detrás del bosque a espalda del niño-adulto jugador, la suave luz sepia pinta de viejo una escena que pudo haber estado repitiéndose en los hombres durante siglos, hoy en este lago, escenificado por la actuación de un hombre, libre-humanizado-saciado-empleado con tiempo de descanso pagado que le facilita volver a ser niño. No traje la cámara, no podré mostrar un escenario visual de los hechos propios de este día, son mis ojos los que comienzan a graduar los parámetros, se dilatan las pupilas a la llegada de la bandada de gansos canadienses, aves de paso que cada verano nos regalan su descanso en esta mágica subdivisión que en un cueto de hadas sería llamada comarca. Resuelto el hambre nadie los caza, fueron salvados de la extinción, ahora son ornamentales, lucen como flores de loto sobre el agua, imágenes para fotógrafos, metáforas para poetas que también deberían ser protegidos del veto, amenazas y extinción. Disparo mis párpados obturando imágenes que no podré escribir con la misma intensa precisión-posición-percepción con que fueron vividas.
Anárquicos los hombres por naturaleza, el instinto traiciona a la evolución del pensamiento. Transitoria la comunidad de gansos, ocupan un área en el lago sin molestar, acostumbrados pero cautelosos, no invaden el infantil entretenido espacio humano. El niño-adulto acelera lo más primitivo de su evolutivo-desarrollado, con el mando sin control fustiga la llegada-animal-poderoso instinto el de sus deseos, cobarde teclado remoto abre fuego dejando un mar de plumas flotando sobre el lago, campo de batalla las aguas. La sensibilidad autista de mi hijo eleva su ansiedad, zarandea-aletea sus brazos más de lo habitual, agitado-corre-agitado, agitado de un lado otro en lo que la lancha a control remoto, sin un valiente timonero, arremete contra los gansos en una diversión por conquistar el espacio, utilizando la desventaja para obtener un pírrico poder. Los rayos iluminan la grabación de mis ojos, elevo la velocidad de obturación 1/200 cuidando la calidad visual de la devaluada escena, la profundidad focal 4.0 resalta con precisión todos los detalles de tal realismo. La lancha entra y sale de entre los asustadizos revoloteos de los gansos, surcando las aguas en amenaza de peligro. Suelto la inventiva cámara de mis ojos, corro hacia mi hijo, desesperado tapa sus oídos y golpea el piso, tolera el manto de mi abrazo que apaga sus convulsos brazos en sintonía con el asustadizo barrido chapaleteo de las alas de las aves, una nube filtra la luz del atardecer y vuelvo a levantar la cámara en mis ojos.
El ganso de más plumas en el pecho hizo de su pico un arma, de sus alas escudos y sobre vuela la maniobrada mal intencionada lancha, objeto para ellos desconocido que los atacaba, abre firme sus alas, una y otra vez, aletea impulsando su cuerpo vertical, sobre dos pies sus patas, inexplicablemente parado sobre el aire que sólo en un vuelo horizontal domina, en su acto defensivo luce reales efectos especiales. El animal le declara la guerra a la poderosa inteligencia humana-digital.
Cae el sol entre los troncos, parece sembrarse junto a las raíces de los árboles, semilla de luz apagando bajo tierra el final de esta sinopsis. El adulto, sin su niño interior, desde la orilla parado, a contraluz su oscura indignada sorpresa, el ego vencido, viendo hundirse su sofisticado juguete por un animal con plumas. He aquí el salvavidas de una lección.
Alejandro con su mirada perdida-alargada en la distancia, viaja en el dibujo “V” representado en el cielo por la retirada de la bandada de barnaclas canadienses, simple y crucial diseño, mecanismo que propicia victoria a sus extenuantes migraciones.
Epílogo el último haz de luz que ilumina su t-shirt dejando leer:
I have autism, what’s your excuse?
Demasiado imperfecto, pero fue verdad.